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Friday, November 17, 2006

Seattle, gran jefe de los duwamish al presidente Pierce, 1855

Mis palabras son como las estrellas. Nunca se extinguen.
Cada parte de esta tierra es sagrada para mi pueblo...

Nosotros somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros...

Nos sentimos contentos en este bosque. No sé porqué,
pero nuestra forma de vivir es diferente de la vuestra...

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de pensar.
Para él una parte de la Tierra es igual a otra,
porque es un extraño que llega de noche y le quita todo lo que necesita.

La Tierra no es su hermana, sino su enemiga,
y cuando la ha conquistado cabalga de nuevo...
abandona la tumba de sus ancestros y no lo lamenta.
Roba la Tierra de sus hijos y nada le preocupa...

Hambriento, se tragará la Tierra
y no dejará nada, solo un desierto.
No sé, pero nuestra forma de ser es diferente de la vuestra.

En las ciudades de los blancos no hay silencio, no hay ningún lugar donde se
pueda oir crecer las hojas en primavera y el zumbido de los insectos.

Pero quizás es porque yo soy solo un salvaje y no comprendo nada...

El hombre blanco parece no considerar el aire que respira,
como un hombre que ha muerto hace días y no siente el hedor...

¿Qué es el hombre sin animales?
si todos los animales desapareciesen, el hombre también moriría
por la gran soledad de su espíritu...

Para que -vuestros hijos- respeten la Tierra
explicadles que guarda las almas de nuestros ancestros...
Aquello que le pasa a la Tierra les pasa también a los hijos de la Tierra.
Cuando los hombres escupen a la Tierra se escupen a sí mismos.
Porque nosotros sabemos que la Tierra no pertenece a los hombres,
que el hombre pertenece a la Tierra...

El hombre no creó el tejido de la vida, solo es uno de sus hilos...
Lo que hagáis en este tejido, os lo haréis a vosotros mismos...

Los hombres aparecen y desaparecen como las olas del mar...

Ni el mismo hombre blanco puede liberarse del destino común...
Quizás seamos hermanos. Confiamos en verlo.

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